Deseando

21 septiembre 2011

Hace tiempo que tenía ganas de poder escribir esta entrada, sobre todo si tenemos en cuenta que pensé en ella en mis primeros días en Japón y contaba con buen material para ambientarla. Ahora el paso de los meses y la nostalgia me han hecho retomar los trazos de unas líneas que deje a medio escribir y que, en este caso en concreto, han ido madurando hasta el punto de cambiar la idea que por aquel entonces manejaba.  

Nos encontrábamos en Tokio, más concretamente en uno de los templos más grandes y representativos de la capital, el Meiji-jingu, dedicado al primer emperador del Japón moderno tras la era de los Shogunes, quemado durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial y posteriormente reconstruido. Oculto en el corazón de un bosque en plena ciudad es todo un camino de espiritualidad y remanso de paz en medio de la agitación por la que se encuentra rodeado. Atravesando la Torii que nos da la bienvenida nos encaminamos al encuentro con los dioses o Kami paseando bajo la sombra de los árboles, escuchando sus voces en el correr de los riachuelos, crujir de la arena bajo los pies y susurros al movimiento de las hojas mientras nos encaminamos al recinto sagrado.

Entrada al templo Meiji