Parmigiano

22 febrero 2012

Generalmente cuando hablamos de un lugar solemos empezar contando lo que hemos visitado, los sentimientos que ha despertado en nosotros, cosas que nos han llamado la atención o si hacía frío o calor. Por norma acostumbramos a dejar de lado el medio gracias al cual hemos conseguido llegar a nuestro destino, cosa bastante lógica por la falta de interés del mismo o lo poco que puede decorar nuestra historia. Sin embargo, en contadas ocasiones como la que sigue, el viaje en sí puede ser más emocionante que cualquier otra anécdota.

Tras casi una hora de retraso, hambrientos y parcialmente congelados, parecía que por fin entrábamos en la estación de Parma. Nos dirigimos hacia las puertas del vagón. Cuando el tren se detuvo por fin, tiramos decididos de la manivela que debía dar paso a la libertad. La realidad fue muy distinta; pese a la insistencia y el esfuerzo las puertas no se abrían. Corrimos al otro extremo con el mismo resultado. Empezaba a sentirme en una ratonera cuando uno de nuestros acompañantes bajo la ventanilla para pedir auxilio, aunque este nunca llegaría. Con el tren a punto de partir y después de haber esperado tanto no quedaba otra opción, saqué el cuerpo por la ventanilla, me agarré al techo y salté fuera, aterrizando con cierta fortuna en el andén y reponiéndome rápido para ayudar a bajar a mi hermano y otros dos señores que se encontraban en nuestra misma situación; y todo eso cuando el silbato que reanudaba la marcha estaba próximo a sonar. No puedo negar que a toro pasado la descarga momentánea de adrenalina hasta nos supo bien.  

Estatua de Garibaldi en PArma
Estatua de Garibaldi en la plaza principal de Parma

Ambasciatori: Paraíso de placeres

14 febrero 2012

Una vez presentado el viaje y transmitidas las primeras impresiones, puedo empezar a centrarme y detallar en profundidad diferentes aspectos y curiosidades descubiertas en mi último paso por Italia. Me gustaría mostraros, aunque por ahora os tendréis que fiar de mi narración, un lugar que me dejo encandilado casi desde el primer instante en que puse mis pies dentro de él.

Caminábamos por las calles aledañas a la Plaza Mayor de Bolonia, entrando de vez en cuando a los distintos y muy variados comercios que las pueblan para cotillear un poco y de paso calentarnos, pues ya había anochecido y la nieve no nos daba demasiada tregua. Llevábamos todo el día andando y ya el cansancio comenzaba a hacer mella, así que emprendimos retirada a nuestro hostal. Sólo habíamos avanzado unos metros cuando mi hermano Diego se fijó en una cafetería que le llamó la atención. Nos aventuramos a su interior. Olor a café y bollería, gente sentada leyendo, una decoración interesante y... ¡una librería!

Interior de ambasciatori en Bolonia
Fachada de la iglesia de San Mateo degli Accarisi

Emilia nevada, blanca Romaña

09 febrero 2012

Inspirador, paisajístico y muy verídico título para estas primeras impresiones de mi última excursión que entre guardias y demás compromisos he tenido que aplazar unos días, pero por fin puedo acudir a mi cita literaria de la semana presto a compartir experiencias, impresiones, aventuras y frío, mucho frío. Y es que ya parece una tradición que casi siempre mis viajes tengan algún tipo de emoción de la más diversa índole. En esta ocasión fue el viento siberiano tan comentado durante la semana pasada y parte de esta que ha hecho padecer a media Europa de albinismo.

Montañas nevadas desde el avión
Desde el aire empezábamos a hacernos idea de lo que nos esperaba